Maltrato Fisico
El maltrato físico consiste en maltratar o lesionar al menor, infligiéndole un castigo físico excesivo. Los ejemplos específicos incluyen sacudir, dejar caer, golpear, morder y quemar (por ejemplo con un líquido caliente o por contacto con un cigarrillo encendido). Los niños de cualquier edad pueden sufrir maltrato físico, pero los lactantes y los niños muy pequeños (entre 1 y 3 años de edad) son particularmente vulnerables. Los lactantes y los niños muy pequeños (entre 1 y 3 años de edad) corren un riesgo especialmente elevado de sufrir episodios repetidos de maltrato debido a que no pueden hablar. Además, durante estos períodos, los niños suelen experimentar ciertos cambios de desarrollo que facilitan el hecho de que los cuidadores se sientan frustrados y pierdan el control de sus impulsos. Entre estos cambios de desarrollo se encuentran las rabietas, el control de esfínteres, los patrones de sueño inconsistentes y los cólicos.
El maltrato físico es la causa más frecuente de traumatismos craneales graves en menores. Las lesiones abdominales resultantes de maltrato físico son más comunes entre los niños pequeños que en los lactantes. Los malos tratos físicos (incluido el homicidio) se encuentran entre las diez causas principales de muerte en los menores. Generalmente, el riesgo de maltrato físico disminuye durante los primeros años de escolarización y aumenta de nuevo durante la adolescencia.
Los niños que nacen en un entorno de pobreza y/o de un progenitor joven y soltero son muy vulnerables a sufrir maltrato físico. El estrés familiar contribuye al maltrato físico. El estrés puede provenir del desempleo, de las mudanzas frecuentes, del aislamiento social de amigos o familiares o de la violencia familiar continua. Los niños difíciles (irritables, exigentes o hiperactivos) o con necesidades especiales (discapacidades intelectuales o físicas) son más propensos a recibir maltrato físico.
El maltrato físico se desencadena frecuentemente por una crisis que estalla en un ambiente de estrés. Esta crisis puede tener su origen en la pérdida de un trabajo, una muerte en la familia o un problema de disciplina. Los progenitores que consumen drogas recreativas o alcohol pueden comportarse de manera impulsiva e incontrolada con sus hijos. Los niños cuyos progenitores sufren problemas de salud mental corren un riesgo mayor de ser maltratados.
Los progenitores que fueron objeto de maltrato o de negligencia durante su infancia pueden ser inmaduros desde el punto de vista emocional o tener una baja autoestima. Pueden ver a sus hijos como una fuente de afecto ilimitado e incondicional y esperar de ellos el apoyo que nunca recibieron. Como resultado, pueden crear expectativas poco realistas sobre lo que les pueden ofrecer sus hijos y frustrarse fácilmente, tener poco control sobre sus impulsos y ser incapaces de dar lo que nunca recibieron.
A veces no se desarrollan lazos emocionales intensos entre padres e hijos. Esta falta de unión es más frecuente en el caso de bebés prematuros o enfermos que han estado separados de sus progenitores desde etapas muy tempranas de la infancia o en el caso de menores con quienes no existe una relación biológica (por ejemplo, hijastros); en estos casos, el riesgo de maltrato aumenta.
FUENTE: www.msdmanuals.com
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